Hoy celebramos el Domingo XXVI del Tiempo Ordinario, y el Evangelio de Marcos nos trae una enseñanza poderosa sobre la apertura y la acogida. «El que no está en contra de nosotros, está a favor nuestro.» (Marcos 9, 38-43, 45, 47-48). Los discípulos de Jesús, un poco preocupados, le cuentan que han visto a alguien expulsando demonios en su nombre, pero no formaba parte de su grupo. La reacción de Jesús es clara: «No se lo impidan. El que no está en contra de nosotros, está a favor nuestro.«
Con esta respuesta, Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestras propias actitudes de exclusión. Muchas veces, nos encerramos en nuestros pequeños grupos, juzgamos a los que no son como nosotros, o no comprendemos a los que piensan de manera diferente. El mensaje de Jesús nos llama a romper esas barreras y a ser más acogedores, más abiertos al bien que los demás hacen, incluso si no lo hacen «a nuestra manera».
¿Qué frutos estamos dando? Esta pregunta, presente en la imagen de hoy, nos invita a mirarnos por dentro y preguntarnos: ¿Qué frutos están naciendo de nuestras acciones? ¿Estamos sembrando paz, justicia, amor y comprensión? Especialmente en este día en que celebramos la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, es un llamado a pensar en cómo estamos acogiendo a aquellos que buscan un nuevo hogar, que huyen del dolor y la violencia, o que simplemente necesitan un lugar donde ser escuchados y acogidos.
Jesús siempre tuvo predilección por los más vulnerables, por los que el mundo tiende a dejar de lado. En este contexto, nos pide abrir el corazón, no solo a los que conocemos o que forman parte de nuestra comunidad, sino a todos, especialmente a los migrantes y refugiados que hoy enfrentan desafíos inmensos.
La Acogida es el Camino de Cristo
La acogida no es un gesto pequeño, es el fruto de una vida centrada en Cristo. Jesús nos invita a cuidar los pequeños gestos, esos actos de bondad que a veces parecen insignificantes, pero que pueden transformar vidas. Un vaso de agua dado a alguien sediento, una palabra de aliento, un acto de hospitalidad a quienes buscan refugio. Todo cuenta en el Reino de Dios.
Hoy más que nunca, estamos llamados a ser comunidad, una comunidad que refleja el rostro de Cristo en su capacidad de amar y de servir, sin excluir a nadie. Que este domingo nos lleve a cuestionar nuestros propios prejuicios y a trabajar por un mundo donde la acogida sea la norma y no la excepción.
Que el Señor nos guíe a dar buenos frutos, a acoger con el corazón abierto y a ser verdaderamente solidarios con nuestros hermanos migrantes y refugiados.
¡Nos vemos en la eucaristía!